Mi prodigioso miligramo

José María Arreola

Resumen


Por un texto tuyo supe que pisé la universidad a los tres años. En Inventario escribes lo que te dije alguna tarde en que me cambiaste el rumbo cuando escuchamos Pedro y el lobo de Prokofiev; sin más, quise alterar el rumbo de la historia: “Abuelo, voy a meterme al disco para matar al lobo y salvar a Pedro” Eso te pareció, como todo, una oportunidad para hacer literatura, un diálogo que descifraba el misterio de la imaginación: “Lo que dice la voz es el humus, la semilla que construye paraísos improbables.” Así se dio nuestro primer encuentro con la música. De niño yo no sabía quién eras. Luego comprendí que tu lugar estaba sobre el andamio de las cosas y que tú limabas sus bordes con tu lengua. Te rodeaban los grandes y los que habrían de serlo; las casas que contuvieron tu remolino me las sé de memoria: de Guadalquivir a Río de la Plata, palabras fundamentales y piezas de ajedrez.

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Publicación semestral editada por la Universidad Autónoma Metropolitana a través de la Unidad Azcapotzalco, División de Ciencias Sociales y Humanidades, Departamento de Humanidades.

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